LA TÉCNICA DE LA DIFERENCIACIÓN ENTRE EL YO Y LAS FIGURAS DE LO INCONSCIENTE

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Se examinan el objetivo de la diferenciación y las técnicas para facilitarla. La individuación, el logro de una personalidad en el punto medio entre la conciencia del ego y el inconsciente, se ve como el resultado de la diferenciación. Para facilitar la diferenciación en neuróticos, se sugiere fomentar la producción de fantasías. Se explica la teoría detrás de esta técnica: si el inconsciente ha ganado ascendencia sobre el consciente, la fuerza del primero puede ser socavada canalizando su energía hacia la producción de fantasías. Esta continua realización consciente de fantasías inconscientes amplía los horizontes conscientes mediante la inclusión de contenidos inconscientes y disminuye gradualmente la influencia dominante del inconsciente. Sólo disolviendo complejos autónomos como el ánima puede el individuo llegar a un acuerdo con su inconsciente. Se presentan dos estudios de casos para documentar los efectos terapéuticos de la producción de fantasía. Se enfatiza que el paciente debe tomar sus fantasías literalmente, participar activamente en ellas y así obtener el máximo beneficio terapéutico. Sin embargo, se advierte al analista que ignore el contenido literal de las fantasías y que indague debajo de ellas para descubrir los procesos operativos subyacentes.

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341     Mi obligación ahora sería dar un ejemplo de la actividad de animus y anima. Por desgracia, este material es tan complejo que me es imposible dar tal exposición. En Símbolos de Transformación publiqué algunos de  estos productos, aunque allí el animus no es mencionado ni en una ocasión, ya que en ese momento ignoraba todo sobre él. La figura heroica masculina que casi nunca está ausente en fantasías inconscientes de las pacientes  es el ánimus. Y la sucesión de estas es una prueba de la transformación y disolución paulatinas de este complejo autónomo.

342                    Esta transformación es la meta de la confrontación con lo in- consciente y busca evitar que lo inconsciente siga ejerciendo un influjo, que se aferre a síntomas neuróticos, hasta consolidar una transferencia instalada. En tales casos nada sirve. Eso no significa que todos los métodos terapéuticos sean un fracaso. El médico puede ocuparse de lo inconsciente y confrontarlo. Esto es algo distinto a una interpretación, en la que se supone el médico sabe de antemano cómo puede interpretar. Pero en la confrontación no se trata de interpretar, sino   de suscitar procesos inconscientes que penetren en la consciencia en forma de fantasías. Siempre se puede hacer el esfuerzo de interpretar esas fantasías, y si es así, de que el paciente tenga una idea del significado de ellas. Pero lo decisivo está en que el paciente viva sus fantasías hasta el final, comprendiéndolas intelectualmente. Sin embargo, la comprensión no es lo principal. El médico tiene que poder ayudarle al paciente en ese momento, pero él mismo no puede comprenderlo todo, y en lo posible debería mostrarse precavido porque lo esencial no está interpretar y comprenderlas, sino en vivirlas. Alfred Kubin, autor de El otro lado ofrece un buen ejemplo. Pero está la laguna de que el autor se ve y se vive de forma artística, pero no de forma humana, en que éste no sólo se viera pasivamente en la visión, sino que lo hiciera activamente. Una confrontación real con lo inconsciente exige un punto de vista consciente ante sus creaciones.

343                    Trato de explicar esto con esta fantasía que tuvo uno de mis pacientes: «Veo a mi prometida caminando en dirección al río, el cual está helado. Ella camina sobre el hielo, y yo la sigo. Ella se adentra, donde la capa de hielo es más delgada, y al ver que adelante hay una grieta oscura,  temo que ella se pueda arrojar dentro. En efecto, ella acaba hundiéndose en el hielo, mientras yo la contemplo con tristeza».

344                    Este fragmento permite que reconozcamos la actitud de la consciencia, la cual se limita a ser un mero espectador y víctima de los acontecimientos. La fantasía es una imagen sólo contemplada; una simple imagen emotiva, rodeada por un halo onírico de irrealidad. Esto se debe a que el paciente no participa activamente en la fantasía. Si ésta fuera real, el paciente habría tratado de evitar que su prometida se suicidara. Podría haberla sujetado, por ejemplo, impidiendo así físicamente que se arrojara en la grieta. Pero el hecho de que el paciente se conduzca pasivamente no es más que una expresión de la manera en que el paciente generalmente se relaciona con la actividad de lo inconsciente. En realidad, el paciente vive asediado por obsesiones depresivas, tales como que su vida no sirve para nada. Estos sentimientos negativos son autosugestiones que él acata sin discutir. Por supuesto que él no tiene dificultad en entenderlos y negarles validez. Pero ésta es la razón por la que los sentimientos siguen ahí. Intelectualmente son inexpugnables, porque donde descansan no es sobre una base racional, sino sobre una vida fantástica inconsciente e irracional impermeable a toda crítica. En estos casos, debe brindarse a lo inconsciente la oportunidad de generar fantasías como la mencionada. Como lo que tenemos aquí es un caso de depresión psicógena, tal depresión obedece precisamente a este tipo de fantasías. En un caso genuino  de melancolía, las cosas serían  al revés: el paciente tendría estas fantasías por estar deprimido. En cambio, acá el paciente está deprimido porque tiene este tipo de fantasías. Mi paciente era un joven despierto al que un largo análisis había puesto intelectualmente al corriente de las causas de su neurosis. Sin embargo, el que su intelecto tuviera conocimiento de ellas no introdujo ningún cambio en su depresión. En un caso como éste el médico no debe molestarse en profundizar todavía en la etiología de la enfermedad, porque si una comprensión amplia no ha demostrado ser de ayuda, descubrir otra parte de la etiología tampoco lo hará. En este caso lo inconsciente posee un poder de atracción tal que es capaz de restarle a los contenidos conscientes todo su valor. En otras palabras, de privar de libido al mundo consciente, engendrando así una «depresión», un descenso del nivel mental. Sin embargo, en este último caso tenemos que contar con que en lo inconsciente se verificará una acumulación de valor.

345              Sólo es posible captar la libido como una forma determinada. En otras palabras, la libido es idéntica a las imágenes de la fantasía, y uno sólo puede liberarla de lo inconsciente haciendo que emerjan las imágenes de la fantasía que corresponden a ella. De ahí que en un caso como éste estemos brindando a lo inconsciente la oportunidad de hacer que sus fantasías emerjan a la superficie. Y es así como ha surgido el fragmento mencionado. Es el ejemplo de una larga serie de ricas fantasías, correspondiente a esa cantidad de energía que perdió la consciencia. El mundo consciente del paciente se había vuelto vacío y gris, mientras que, por el contrario, lo inconsciente estaba lleno de vida y abundancia. Una característica esencial de la psique inconsciente es que se basta a sí misma y no sabe  nada de escrúpulos humanos. Lo que haya caído en lo inconsciente quedará allí, sin importar si la consciencia sufre o no por ello. La consciencia puede pasar hambre, mientras lo inconsciente prospera.

346                    Esas parecen ser de entrada las cosas. Sin embargo, si examinamos todo con detenimiento, descubriremos que esa despreocupación humana de lo inconsciente tiene una finalidad. Hay metas anímicas que transcienden las metas conscientes  y que incluso pueden serles hostiles. Un comportamiento hostil de lo inconsciente para con la consciencia sólo lo observamos cuando ésta adopta una actitud arrogante.

347                    La actitud consciente de mi paciente era tan racional, que la naturaleza en él aniquilaba todo su consciente. Sin embargo, mi paciente no podía dejar de ser racional y apoyarse en una función diferente —como el sentimiento, por ejemplo—, por la simple razón de que no la poseía. Esa función estaba en manos de lo inconsciente. Por eso, la única salida que nos quedó fue cederle  el timón a lo inconsciente, dándole así la oportunidad de manifestarse en forma de fantasías. Si antes el paciente se aferraba a lo racional, defendiéndose con argumentos de lo que él creía que era su enfermedad, ahora tenía que ponerse en manos de ésta, y, si sufría una depresión, ya no podía refugiarse en el trabajo para olvidarse de ella, sino que tendría que aceptarla y darle la palabra.

348                    Obrar así es todo lo contrario a dejarse arrastrar por un determinado estado de ánimo, como suele suceder en una neurosis; por el contrario, lejos de ser una rendición, es un difícil logro en el que, pese al estado de ánimo, uno convierta tal ánimo en su objeto, en lugar de que sea el sujeto dominante. Y el paciente tiene que intentar que  ese estado de ánimo hable con él; éste tiene que decirle cuál es su aspecto y en qué fantasía puede expresarse.

349                    El fragmento mencionado es la visualización de un estado de ánimo. Al haberle brindado a su estado de ánimo la oportunidad de expresarse en una imagen, el paciente consiguió al menos transformar en un contenido de consciencia una pequeña parte de libido, en forma de imagen, sustraída a lo inconsciente.

350              Este intento es sin embargo insuficiente, porque el paciente no participó de forma  activa. Si él consiguiera comportarse en la fantasía del mismo modo en que lo haría en una situación real parecida, habría demostrado que se toma en serio su fantasía, es decir, que concede a lo inconsciente un valor incondicional de realidad. Así, él habría salido victorioso sobre su unilateral actitud racional, reconociendo la validez de la perspectiva irracional inconsciente.

351              Lo anterior significa aceptar que el mundo real está amenazado por una irrealidad fantástica. Resulta muy difícil declarar que algo así es «real» o llegar a tomárselo en serio.

352              No se nos exige que creamos en una especie de doble vida. No debemos, en otras palabras, concretar nuestra fantasía. Sin embargo, el ser humano muestra una  inclinación a hacerlo, y el rechazo mostrado hacia la fantasía inconsciente tiene su origen al miedo a esta inclinación. Ambas cosas, concretar y el miedo a hacerlo, son supersticiones primitivas. Eso se demuestra n sectas como la de los rosacruces en la que un zapatero por ejemplo, en su secta es una reencarnación de Julio César. Éstas son las concreciones que se pueden dar.

353                       Frente a esto, la mirada científica ha desarrollado una fobia supersticiosa a la fantasía. Ahora bien, lo único real es lo que actúa. Y las fantasías de lo inconsciente lo hacen, sin duda. Ni la persona más racional puede estar segura de no sufrir una irracional agorafobia. Nuestra realidad científica no nos protege de la irrealidad de lo inconsciente. Antes que nada es necesario vencer la tendencia a concretizar. Es decir, a la hora de interpretar, no debe uno tomarse las fantasías al pie de la letra. Mientras estemos viviendo la fantasía, nunca es posible tomársela con plena literalidad. Pero si queremos entenderla, no debemos pensar que la fantasía sea idéntica a lo que actúa tras ella. La apariencia es sólo una manifestación suya.

354                       Así que mi paciente vive la escena del suicidio como algo real que tiene la apariencia de un suicidio. Estas dos «realidades» contrapuestas, el mundo de la consciencia y el mundo de lo inconsciente se relativizan mutuamente. Ambas «realidades» son un hecho psíquico, una apariencia psíquica que se recorta sobre un irreconocible trasfondo oscuro. Bajo una mirada crítica nada niega una realidad absoluta.

355                       Vivimos influjos diversos: de «fuera», por mediación de los sentidos, de «dentro», por mediación de la fantasía. La experiencia fantástica es la expresión de otra cosa, de algo desconocido, pero real. El fragmento mencionado coincide con una ola de depresión, y la fantasía expresa este hecho. El paciente tiene en realidad una prometida, la cual representa el único lazo que lo vincula emocionalmente con el mundo. Su desaparición sería el final de la relación con el mundo. Pero ella es también un símbolo de su ánima, es decir, de su relación con lo inconsciente. De ahí que la fantasía exprese que su ánima está desvaneciéndose en lo inconsciente, sin que él haga nada por impedírselo. Esto muestra que  su estado de ánimo es más fuerte que él, y que lo arroja todo por la borda, mientras el paciente se limita a asistir inerte. Él, sin embargo, podría intervenir e impedir que su ánima se desvaneciera en la grieta.

356                 Esto último es fundamental, porque el paciente es un introvertido cuya relación con la vida está regulada por hechos internos. Si el paciente fuera un extravertido, la vida está regulada por sus relaciones con sus semejantes. En ese caso, él podría deshacerse de su prometida y de sí mismo, debido a un simple capricho, mientras que el introvertido se perjudica a sí mismo cuando bota por la borda su relación con el ánima, es decir, con el objeto interno.

357                 La fantasía de mi paciente es una muestra del dinamismo negativo de lo inconsciente, representado en una tendencia a apartarse del mundo consciente. Ahora, al tomar consciencia de la fantasía, se impide que ésta siga operando de forma inconsciente. Si él interviniera activamente, llegaría a apoderarse de la libido que aparece en la fantasía, haciéndose más enérgico sobre lo inconsciente.

358                 Tomar progresivamente consciencia activa de fantasías antes inconscientes es algo que tiene tres consecuencias. La primera es una expansión de los límites de la consciencia como consecuencia de adquirir consciencia de contenidos inconscientes; la segunda, es  un desmantelamiento progresivo del dominio que sobre la consciencia ejerce lo inconsciente; y la tercera, es la verificación de un cambio de personalidad.

359                       Ese cambio no es una alteración de las originales predisposiciones hereditarias, sino una modificación de la actitud general. Esas oposiciones entre lo consciente y lo inconsciente, observadas en personalidades neuróticas, obedecen a menudo a una unilateralidad de la consciencia, la cual prefiere a una  o dos de sus funciones, obligando a las demás a ocupar un segundo plano. Tomando consciencia de las fantasías, las funciones inconscientes son asimiladas a la consciencia, un proceso que  tiene profundas consecuencias para la actitud consciente.

360                       A esta meta de la confrontación con lo inconsciente, le he dado el nombre de función transcendente. Esta capacidad que tiene el alma para transformarse constituye el objeto primor dial de la filosofía alquímica de la Edad Media. La alquimia ofrece una dimensión espiritual que psicológicamente no ha sido valorada como se merece. Esta «filosofía alquímica» es el escalón previo de la psicología más moderna y su secreto reside en la función transcendente.

361                 Pero, así como los inicios de la ciencia química se vieron de- formados por representaciones fantásticas, tampoco la filosofía alquímica pudo abandonar las concreciones de una mente todavía inmadura para una formulación psicológica. Sin embargo, la intuición de las grandes verdades hizo que el pensador medieval mantuviera su pasión en el problema alquímico. Nadie que haya vivido la asimilación de lo inconsciente negará haber sido transformado  en lo más hondo de su ser.

362                 Pese a lo anterior, no me parecerá raro que la gente no sea capaz de imaginarse el poder que tiene la cantidad despreciable de una simple fantasía. De ahí que siempre aconsejo a mis pacientes no pecar de ingenuos pensando que lo que para ellos ha sido de máxima importancia tendría que tener idéntico significado para los demás.

363                 En general, los individuos son incapaces de ponerse en el lugar de otra persona. Incluso la persona que mejor creemos conocer es en ri gor una extraña para nosotros. Es diferente. Y lo mejor que podemos hacer es tener eso presente, como para intentar interpretarla.

364                 Aunque no puedo aducir nada verdaderamente convincente, lo indudable es que siempre podemos percibir como resultado final, la modificación de la personalidad. Me gustaría proponer otro fragmento fantástico, en esta caso vivido por una mujer, y en comparación con el ejemplo anterior lo que se resalta es la totalidad de la experiencia, ya que la observadora participa de forma activa, haciéndose así dueña del proceso. El fragmento se originó en un estadio tardío del desarrollo de la personalidad, y hace parte de una serie de transformaciones cuya meta es alcanzar el centro de la personalidad.

365                       ¿Qué entiendo por «centro de la personalidad»? Si se piensa que la consciencia y su centro (el yo) son lo opuesto a lo inconsciente y aceptamos la progresiva asimilación de lo inconsciente, es posible representarse tal asimilación como una aproximación entre la consciencia y lo inconsciente. Con ello, el centro de la personalidad ya no coincidiría con el yo, sino que pasaría a situarse en un punto central equidistante de la consciencia y lo inconsciente. Este centro de gravedad daría a la personalidad un nuevo fundamento.

             Podría también expresar esto mismo apelando al Tao de Lao-Tsé, el camino del medio y  el centro creador de todas las cosas. Estos son hechos psíquicos concretos que obedecen a leyes, con causas y efectos regulares, por lo cual es posible probar su presencia en pueblos y razas diversos tanto actuales como antiguos.

366              Pero vayamos a nuestro ejemplo. Se trata de una fantasía con un intenso carácter visual con un método que he bautizado como imaginación activa. Una visión que para poderla contemplar es suficiente con concentrarse intensamente en el trasfondo de la consciencia, lo cual se puede lograr luego de una larga práctica. La paciente vio lo siguiente:

«Subí a lo alto de la montaña en donde vi siete piedras rojas ante mí, siete a ambos lados y otras siete a mi espalda. Yo estaba de pie en el centro de ese cuadrado. Las piedras eran lisas como escalones. Traté de levantar las cuatro que estaban más cerca de mí y, al hacerlo, descubrí que eran los pedestales de las estatuas de cuatro dioses enterradas cabe za abajo. Las desenterré y fui alzándolas a mi alrededor, por lo que quedé en el centro. De pronto, se inclinaron unas contra otras hasta tocarse con sus cabezas, formando una especie de tienda sobre mí. Yo caí al suelo, diciendo: “Caigan sobre mí si lo desean. Estoy cansada”. Entonces vi que afuera, en torno a los cuatro dioses, se había formado un círculo de llamas. Al rato, me levanté y derribé las cuatro estatuas, que al caer al suelo brotaron cuatro árboles. Luego se elevaron llamas que empezaron a quemar los árboles. Entonces dije: “Esto se tiene que acabar; yo misma tengo que arrojarme a las llamas para que las hojas no se quemen”. Y me arrojé al fuego. Los árboles desaparecieron, y el círculo de fuego se contrajo en una única gran llama azul que me elevó del suelo».

367                 Con ello la visión se terminó. Este fragmento ha sido extraído de un contexto mucho mayor. Pero podemos reconocer la idea del «punto central», alcanzado gracias a un ascenso. Podemos reconocer también el famoso problema de la cuadratura del círculo, perteneciente a la alquimia. Ese problema está situado aquí en forma de expresión simbólica de la individuación. Los cuatro dioses son las cuatro funciones5 que posibilitan orientarse en el espacio psíquico, y en el círculo que engloba el todo. La victoria sobre los amenazantes cuatro dioses, equivale a la liberación de la identidad con las funciones; de ahí se sigue una aproximación al círculo, a la totalidad indivisa. Y luego se finaliza con la elevación final.

368                       Lo anterior da una idea aproximada del modo en que se realiza la transformación de la personalidad. Al participar activamente, la paciente se mezcla con los procesos inconscientes y toma posesión de ellos. Así es como se verifica la unión de lo consciente y lo inconsciente. Ésta es la función transcendente, consecuencia de la unión de los opuestos.

369                       Lo anterior no tiene que estar relacionado con mi método terapéutico. Yo no inspiro a mis pacientes a que tengan esas extrañas fantasías. Yo sólo me limito a constatar que hay ciertos casos en los que la evolución de la terapia sigue esos derroteros. Para muchos pacientes este tipo de fantasías son incomprensibles. El camino de la función transcendente es un destino individual. Un camino como éste no es posible a menos que las tareas mundanales que se les plantean a estos individuos sean solucionadas en la realidad. Las fantasías son frutos del espíritu que le tocan en suerte a quien paga su tributo a la vida. No tendrá conocimiento de este sendero quien haya encontrado el camino de  la Iglesia, quien podrá llevar allí una vida plena de sentido. E insisto en pedir que se comprenda que estoy escribiendo sobre hechos y no sobre métodos terapéuticos.

370              Los dos ejemplos de fantasías representan la actividad positiva de ánima y ánimus. En la medida en que el paciente participe de forma activa, la figura personificada del ánimus o del ánima se desvanecerá, convirtiéndose en una función de relación entre consciencia e inconsciente. Pero si los contenidos inconscientes (es decir, esas mismas fantasías) no son hechos conscientes, se seguirá la autonomía de ánimus y ánima, surgiendo así estados de posesión, que llevará desde estados de ánimo hasta psicosis. Todos estos estados se caracterizan por el hecho de que algo desconocido se apodera de una parte de la psique y afirma su nociva existencia a pesar de toda reflexión: una posesión, en una palabra. En este caso, la parte anímica poseída desarrolla por lo general la psicología del ánimus o del ánima.

371              Como se puede ver, este concepto de un alma que, dependiendo de la actitud consciente, existe de forma autónoma o se transforma en una función, no tiene nada que ver con la idea cristiana de alma.

372                    La fantasía de mi paciente es un ejemplo de la naturaleza de los contenidos de lo inconsciente colectivo. Aunque en su forma son individuales, su contenido es colectivo. Son imágenes e ideas universales que aparecen en muchas personas y fragmentos que asemejan al individuo a los demás seres humanos. Un individuo que no sea consciente de tales contenidos no estará diferenciado, no estará individuado.

373                    Cabe la pregunta de ¿por qué sería deseable que una persona se individuara? La respuesta es que la individuación no es sólo deseable, sino indispensable, porque a través de la indiferenciación inconsciente el individuo realiza acciones que resulta en un desacuerdo interior, que lleva a una compulsión a ser y actuar como quien no se es. Y así, no es posible sentirse uno consigo mismo ni asumir responsabilidad alguna. Es un esta do neurótico del que a uno le gustaría liberarse.  Cuando alguien puede decir de sus acciones: «Ése soy yo, y así actúo yo», puede identificarse con ellas por difícil que le resulte hacerlo.  Pero este logro se vuelve posible cuando uno es capaz de diferenciarse de los contenidos inconscientes.

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