LA PERSONALIDAD MANA

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Resumen: Se describen la formación y las características de la personalidad del mana, una etapa de desarrollo que sigue a la transformación y disolución del ánima como un complejo autónomo. El poder (mana) que infundió el ánima a menudo es usurpado por el ego. En consecuencia, el individuo siente, erróneamente, que ha vencido al inconsciente y que su nuevo conocimiento de él le dará poder. Por lo tanto, se percibe a sí mismo como un hombre sabio y poderoso. Este autoconcepto, denominado personalidad mana, es una figura colectiva plana, como lo son todas las personalidades dominadas por arquetipos; en consecuencia, restringe el crecimiento del individuo. Para continuar desarrollándose, el individuo debe pasar por el proceso de diferenciar la personalidad del ego de la del mana. Esto implica traer a la conciencia aquellos contenidos del inconsciente específicos de la personalidad de mana. El peligro de identificar o concretar los contenidos de la personalidad mana en un dios se señala con el Fausto de Goethe y el Zaratustra de Nietzsche citados como intentos de dominar los contenidos de la personalidad mana. Dado que estos enfoques obviamente no son adecuados para el hombre que vive en el mundo real, la asimilación de los contenidos de la personalidad de mana en la mente consciente se ve como la mejor solución. Los resultados serán la formación del concepto del yo, una construcción psicológica similar al concepto religioso del “dios dentro de nosotros”. 3 referencias. 

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374    El nuevo material del que hablaré parten de esos casos en los que se ha llegado a la meta de la victoria sobre el ánima como complejo autónomo y su transformación en una función de relación entre la consciencia y lo inconsciente. Con esta meta se consigue que el yo quede desligado de los lazos que lo mantenían enredado en la colectividad y en lo inconsciente colectivo. El ánima pierde así su poder de ejercer una posesión. Quien custodia el tesoro desconocido ya no es el anima sino una función psicológica intuitiva de la que cabría decir: «Mi serpiente me habló».

375                  Rider Haggard habla del poder mágico de esta personalidad. She es una personalidad mana, un ser lleno de propiedades ocultas y hechiceras (mana), investido de conocimientos y poderes mágicos. Todos estos atributos se originan en la proyección ingenua de un autoconocimiento inconsciente, que expresado en palabras sería: «Reconozco que opera en mí un factor psíquico que puede zafarse de mi voluntad consciente de muchas formas. Este factor puede meterme en la cabeza las ideas más absurdas, provocarme estados de ánimo desagradables, inducirme a hacer cosas de las que no puedo responsabilizarme, interferir en mis relaciones con los demás, etc. Me siento impotente contra esto, y lo peor de todo es que estoy enamorado de él, por lo que tengo incluso que admirarlo».

376            Ahora, cuando el factor «ánima» pierde su mana, ¿a dónde va a parar? La respuesta es que obra en posesión de quien se ha enseñoreado del ánima, y corresponden con la idea primitiva de que quien ha dado muerte a la persona mana se incorpora su mana.

377            ¿Pero quién se ha enfrentado al ánima? Ha sido el yo consciente, por lo que éste ha pasado a hacerse cargo del mana. Y así es como el yo consciente se convierte en una personalidad mana. Esta personalidad es sin embargo una dominante de lo in- consciente colectivo, el conocido arquetipo del héroe, el caudillo, el mago, el hechicero y santo.

378            Ésta es una figura masculina colectiva que emerge del trasfondo oscuro y se apodera de la personalidad consciente. Este peligro psíquico es sutil y puede destruir lo ganado, produciendo una inflación de la consciencia. De ahí que, en sentido práctico, tiene gran importancia saber que en la jerarquía de lo inconsciente el ánima no es más que el escalón más bajo, y uno más entre las figuras posibles, y que su superación constela una nueva figura colectiva que de aquí en adelante se incorporará su mana. En realidad, la figura que atrae hacia sí el mana, o sea,  el valor autónomo del ánima, es la del mago —como he preferido bautizarla. Sólo en caso de estar inconscientemente identificado con esta figura, podré figurarme que yo soy el propietario del mana del ánima.

379            La figura del mago tiene en el caso de las mujeres un equivalente no menos peligroso: la gran madre, una figura maternal, superior y misericordiosa que todo lo comprende, y que ha vivido siempre para los demás, sin preocuparse de sí misma. Al igual que el mago es el portavoz de la última verdad, la gran madre es la descubridora del gran amor. Y así como el gran amor nunca es valorado, la gran sabiduría nunca es comprendida, y uno y otra no pueden soportarse entre sí.

380                  Aquí tiene que  haber un gran malentendido, pues lo que tenemos es una inflación. El yo se ha adueñado de algo que no es suyo. Pero ¿cómo se ha adueñado de este mana? Si en verdad ha sido el yo quien ha vencido al ánima, el mana le pertenece, y en tal caso la conclusión sería que uno se ha convertido en alguien importante. ¿Pero entonces cuál es el motivo de que esa importancia mana no ejerza ningún influjo en los demás? La respuesta es que uno no se ha convertido en alguien importante, sino que se ha mezclado con una nueva figura inconsciente. Así, tenemos que concluir que el yo no ha vencido al ánima y  tampoco se ha hecho con su mana, sino que se ha producido una nueva mezcla con una figura que corresponde a la imago del padre y posee un poder si cabe aún mayor. De esa manera, el hombre se convierte en un semidiós. «Yo y el padre somos uno», es una confesión que tiene su origen en este momento psicológico.

381                  Y lo único que puede hacer el limitado yo es abandonar lo antes posible sus ilusiones de poder. Todo ha sido una equivocación: el yo no ha vencido al ánima ni se ha adueñado de su mana. Lo sucedido es que el ánima ha empequeñecido su arrogancia en la misma proporción en la que el yo se ha confrontado con lo inconsciente. Pero esta confrontación no se ha saldado con la victoria de la consciencia sobre lo inconsciente, sino con un equilibrio entre ambos mundos.

382                  Si el «mago» tomó posesión del yo, es porque éste soñaba con una victoria sobre el ánima. De ahí que al renunciar el yo a su victoria, llega a su fin el ser poseído por el mago. Pero ¿y qué pasa con el mana? Sabemos que ni la consciencia ni lo in- consciente tienen mana. Este mana tiene que haber ido  a parar a algo que es consciente e inconsciente, o que  no es ni lo uno ni lo otro. Ese algo es el «centro» de la personalidad buscado, que puede situarse entre los opuestos y operar su reconciliación, el resultado del conflicto y el devenir de la personalidad y un paso hacia la siguiente etapa.

383            No pretendo que el lector

384            El punto de partida surge cuando los contenidos inconscientes suscitados por el ánima y el animus han llegado a la consciencia. Los contenidos inconscientes empiezan siendo cosas de la esfera personal, similares a las fantasías del paciente mencionado. Más tarde empiezan a aparecer fantasías que tienen su origen en un inconsciente impersonal y que dan cabida a un simbolismo colectivo, como la visión de la segunda paciente. Estas fantasías ya se sujetan a directrices inconscientes que buscan una meta. Por eso, se pueden comparar estas fantasías es con procesos de iniciación. Las tribus cuentan con iniciaciones complejas, que tienen un papel importante en su vida social y religiosa3. Tales iniciaciones son claramente misterios de transformación de importancia espiritual. Y han perdurado en todas las civilizaciones: en Grecia, los misterios eleusinos, en Roma, las religiones mistéricas. El cristianismo sigue conservando las ceremonias de iniciación en el bautismo, la confirmación y la comunión.

385                  En comparación con la importancia histórica de las iniciaciones, la Modernidad no tiene nada con lo que competir. Cultos como los rosacruces, son pálidos sustitutos. La cuestión no consiste en si los símbolos iniciáticos constituyen  verdades objetivas, sino en si esos contenidos inconscientes ejercen o no un influjo en la psique humana.

386              Sobre tales series de imágenes, debemos contentarnos con los ejemplos que  he dado, confiando que son relaciones que siguen una determinada lógica y apuntan a un determinado fin. Esto último debe utilizarse con precaución. Entre los neuróticos y enfermos mentales es posible observar series oníricas cuya sucesión carece de finalidad, como la del joven paciente. Lo inconsciente es un mero proceso natural: aunque carece de intenciones, alberga una direccionalidad potencial. Pero si la consciencia participa de forma activa, la vive y la comprende aunque sea intuitivamente, el proceso emprenderá un rumbo que apunta a una determinada meta.

387              La primera meta de la confrontación con lo inconsciente consiste en alcanzar un estado en el que los contenidos inconscientes dejen de serlo y alcanzar un estado en el que animus y anima se conviertan en una función de relación con lo inconsciente. Mientras esto no se haga, animus y anima serán complejos autónomos perturbadores en la consciencia, pero si esa persona toma consciencia de sus contenidos inconscientes, tanto de su inconsciente personal y luego de sus fantasías de lo inconsciente colectivo, terminará por encontrar las raíces de sus complejos, logrado así liberarse de su posesión. Con ello toca a su fin el fenómeno ánima.

388                    Sin embargo, ese algo todopoderoso que ha causado la posesión tendría que desaparecer junto con el ánima, y uno quedar «libre de complejos», y el yo convertirse en un superhombre  o un sabio perfecto. Ambas figuras son imágenes de lo «extraordinariamente influyente», expresión que explica el significado de la palabra mana. De ahí que me refiera a una personalidad de estas características como una personalidad mana. Ésta corresponde a un arquetipo que viene cobrando figura desde tiempo inmemorial.

389                    Históricamente, la personalidad mana se convierte en la figura del héroe y el hombre-Dios5, cuya figura terrena es el sacerdote y quizás los terapeutas. Por eso, al atraer hacia sí el poder del ánima, el yo se convierte en una personalidad mana. Este proceso es un fenómeno regular. Es tal la necesidad que sienten los otros de encontrar un héroe o un sabio que aun simples  dioses ven cómo se les construyen templos, y lo que se manifiesta no es sólo la lamentable estupidez de unos adoradores sin juicio, sino una ley natural psicológica. Y esto se una y otra vez, mientras la consciencia no rompa la ingenua concreción de las imágenes primigenias.

390              Lo único que uno puede hacer es tomar la actitud de dificultar la caída en manos de un arquetipo, y convertirse en una figura colectiva o máscara que no puede desarrollarse. Y el peligro no sólo consiste en que uno se convierta en una máscara paterna, sino en que sucumba también al atractivo de esa máscara cuando ésta es llevada por otro. Maestro y discípulo son en este sentido una sola cosa.

391              La disolución del ánima significa que toma conocimiento de las fuerzas de lo inconsciente, pero no que se haya privado a esas fuerzas de su poder. Éstas nos pueden volver a caer de una forma nueva en cualquier momento, cuando la actitud consciente muestre una laguna. Cuando el yo se atribuye poder sobre lo inconsciente, este reacciona contraatacando con la dominante de la personalidad mana, cuyo prestigio influye irresistiblemente sobre el yo. Contra ello sólo es posible protegerse confesando la propia debilidad.

392                    Cuando hablo en términos de «provocación», no quiero insinuar que lo inconsciente se sienta ofendido por los hombres. A lo que me refiero es más bien que lo inconsciente reacciona de un modo automático, al igual que mi estómago cuando comemos demasiado. Los efectos morales de un inconsciente perturbado pueden ser amplios y devastadores. En este sentido, preferiría hablar de la venganza de un dios ofendido.

393                    Con la diferenciación del yo del arquetipo de la personalidad mana, se ve uno forzado a tomar consciencia — al igual que con el ánima— de esos contenidos inconscientes. Históricamente, la personalidad mana ha obrado siempre en posesión del nombre misterioso: en una palabra, de la distinción individual. Para el varón, tomar consciencia de los contenidos del arquetipo de la personalidad mana implica liberarse por segunda vez y de manera auténtica del padre,  y para la mujer, liberarse de la madre. Esto responde a lo buscado por las iniciaciones primitivas, incluido el bautismo, que es la separación del iniciando de sus padres «carnales» y su renacer  a lo que ciertas religiones mistéricas incluyendo al cristianismo, bautizaron como la inmortalidad y la infancia espiritual.

394              A partir de este momento, existe la posibilidad de renunciar a identificarse con la personalidad mana, concretándola en un «padre celes tial» extramundano investido con los atributos de la absolutez, con lo que se conferiría a lo inconsciente una superioridad no menos absoluta. Como consecuencia, a este lado quedaría únicamente un hombrecillo inferior, miserable e infestado de pecado. Esta solución se convirtió en una cosmovisión histórica. Al movernos en un terreno psicológico, vemos que al hacer que todo valor supremo se alinee del lado de lo inconsciente y edificar un supremo bien, me veo en la desagradable obligación de inventar también un Diablo de idéntico peso y dimensiones, que constituya el contrapeso psicológico de tal supremo bien.

395              De ahí que, por motivos psicológicos, mi recomendación es que no se construya ningún dios con el arquetipo de la personalidad mana. Es decir, que no se le concrete; porque de ese modo impido que mis valores y disvalores se proyecten en Dios y en el Diablo. De esta manera recobro mi dignidad humana.  En el mundo visible, uno sabe que no es dueño de él, y uno sigue aquí el principio de la no resistencia, e inclinar la cabeza frente a la ley y el Estado es un modelo recomendable. Y esa misma debería ser nuestra actitud habitual frente a lo inconsciente colectivo. Hasta aquí, no nos resultaría difícil hacer una reverencia. Pero en el mundo hay también cosas que nuestra conciencia no puede aceptar incondicionalmente.. Del mismo modo, existen factores en lo inconsciente frente a los que no podemos ser más que astutos.

396                    La personalidad mana tiene un conocimiento y una voluntad superiores a los nuestros.

397                    Cristo y, después de él, Pablo lucharon con este mismo problema. Goethe lo intentó  con la idea de la dominación, con el mago y el hombre de voluntad sin escrúpulos que llega a un pacto con el Diablo. No hay argumento que pueda convencernos de que lo inconsciente no nos afecta. Por eso, estamos aquí entre las exigentes influencias internas y externas, y  tenemos que ser justos con ambas, lo que sólo seremos capaces de hacer hasta donde alcancen nuestras aptitudes.

398              De este modo, el hecho de disolver la personalidad mana tomando consciencia de sus contenidos vuelve a conducirnos, a nosotros mismos como algo que se extiende entre las imágenes de dos mundos y sus fuerzas, de las que tenemos sólo una oscura intuición, pero que percibimos muy claramente. Ese «algo» es ajeno a nosotros y a la vez sumamente próximo. Nosotros mismos y a la vez lo que nosotros no podemos reconocer. Una constitución tan misteriosa que puede reivindicarlo todo, incluso su parentesco con animales y dioses, cristales y estrellas Ese algo reclama todo eso, y no tenemos nada con que corresponder a esa exigencia, y aun así nos sentimos aliviados al oír su voz.

399              He dado a ese centro el nombre de sí-mismo. Intelectualmente, el sí-mismo no es más que un concepto psicológico, que aludiría a una entidad que no podemos comprender porque transciende nuestras capacidades cognoscitivas,. Podría darse a esa entidad el nombre de «Dios en nosotros». En apariencia, los comienzos de nuestra vida anímica tienen su origen en este punto, y todas las metas parecen tener en él su fin.

400              El sí-mismo tendría tan poco que ver con el yo como el Sol con la Tierra. No se trata de endiosar al hombre ni de humillar a Dios. Cuando nos servimos del concepto de Dios, lo que hacemos es formular un hecho psicológico determinado, y es que hay ciertos contenidos psíquicos superiores que ponen de manifiesto en su capacidad para cruzarse ante nuestra voluntad, asediar nuestra consciencia e influir en nuestros actos y estados de ánimo. Puede sonar extraño que un estado de ánimo, un trastorno ner vioso o un vicio puedan ser manifestaciones de Dios. Pero si este tipo de cosas, no pueden ser excluidas del grupo de los contenidos psíquicos autónomos. No podemos reprimirlas. Negar que tengan sentido sustrae a la personalidad la sombra que le corresponde. La «figura viva» necesita de profundas sombras para no perder su plasticidad.

401                    Con ello aludo al siguiente problema: en lo fundamental la humanidad se encuentra todavía psicológicamente en la infancia, una etapa que no puede saltarse. La gran mayoría tiene necesidad de autoridades, guías y leyes. La superación de la ley sólo está al alcance de quienes saben sustituir la conciencia con el alma, y son muy pocos los capacitados.

402              Concebir a Dios como un contenido psíquico y autónomo convierte a Dios en un problema moral, algo muy incómodo. Pero si esta problemática no existiera, Dios no sería real, porque entonces carecería de toda conexión con nuestra vida.

403              Si dejamos de hablar de la idea de lo «divino» para hablar sólo de contenidos autónomos, intelectualmente estaremos haciendo lo correcto, pero con ello habremos silenciado algo que psicológicamente no puede faltar. Porque al  hacer uso de la idea de lo «divino», estamos describiendo la manera en que experimentamos la acción de los contenidos autónomos. Al atribuir el calificativo de «divino» a la acción de los contenidos autónomos, reconocemos que tienen un poder superior al nuestro. Y este poder es el que ha obligado a los hombres a concebir aun lo inimaginable con tal de reaccionar en la manera debida a esa acción.

404              El sí-mismo podría ser descrito como una compensación al conflicto entre el interior y el exterior. Esta fórmula no andaría desencaminada, pues el sí-mismo posee el carácter de un resultado y una meta conquistada, algo que sólo cobra realidad paulatinamente y es experimentado con mucho esfuerzo. Así, el sí-mismo es también la meta de la vida, pues es la expresión más completa de esa combinación del destino que llamamos individuo Y no sólo de él, sino también de un grupo entero en el que todos sus miembros se complementan entre sí.

405              Se alcanza la meta de la individuación con la sensación del sí-mismo como algo irracional, un ente indefinible al que el yo no se opone ni está sometido, sino del que depende y en torno al que gira.

 

406

En dicha relación no hay nada reconocible, porque no podemos decir nada de los contenidos del sí-mismo. El yo es el único contenido del sí-mismo que conocemos. El yo individuado siente que es el objeto de un sujeto desconocido y superior a él.

Y hasta acá llegaría lo que psicológicamente se puede constatar porque la idea de un sí-mismo es en sí y para sí un postulado transcendente que, si bien puede justificarse psicológicamente, científicamente no se puede demostrar. Dar un paso más allá de la ciencia es un requisito indispensable del desarrollo psicológico aquí descrito, porque sin este postulado no se podría describir los procesos psíquicos que empíricamente tienen lugar. De ahí que el sí-mismo reclame para sí el valor de una hipótesis. El sí-mismo es algo vivo y poderoso que desafía las capacidades interpretativas. No se pone en duda que el sí-mismo sea una imagen, pero es una imagen en la que estamos todavía contenidos.

Este escrito plantea unas

Apéndice

III. Nuevos rumbos de la psicología

Se describe una visión general de la historia de la psicología con la psicología analítica anunciada como el estado actual del arte. Antes de la psicología analítica había un gran abismo entre lo que se exigía de la psicología y lo que podía ofrecer. Se cita a Sigmund Freud como el padre de la psicología analítica y se le atribuye la creación de su herramienta más valiosa: el análisis de los sueños. Se utiliza una historia clínica detallada que involucra un trastorno neurótico en una mujer joven para demostrar el concepto de que la neurosis se origina en una perturbación en la psique. La explicación de las raíces de la neurosis de la mujer ilustra cómo la teoría del trauma de la neurosis fue reemplazada por la teoría del conflicto erótico. El reconocimiento de los impulsos sexuales reprimidos y la tensión resultante entre el consciente y el onconsciente como la causa más frecuente de la neurosis se considera un avance importante para la teoría psicológica. Asimismo, el análisis de los sueños se considera un avance sobre el hipnotismo y la asociación libre en el área de la neurosis. técnica analítica. Los sueños se ven como ventanas al funcionamiento interior del inconsciente. Se señala que la resistencia general a estas nuevas teorías y prácticas psicológicas es, de acuerdo con los principios psicoanalíticos, un indicador seguro de que algo significativo está saliendo a la luz. 4 referencias. Los sueños se ven como ventanas al funcionamiento interior del inconsciente. Se señala que la resistencia general a estas nuevas teorías y prácticas psicológicas es, de acuerdo con los principios psicoanalíticos, un indicador seguro de que algo significativo está saliendo a la luz. 4 referencias. Los sueños se ven como ventanas al funcionamiento interior del inconsciente. Se señala que la resistencia general a estas nuevas teorías y prácticas psicológicas es, de acuerdo con los principios psicoanalíticos, un indicador seguro de que algo significativo está saliendo a la luz. 4 referencias.

IV. La estructura de lo inconsciente. 

1. La diferenciación entre inconsciente personal e inconsciente impersonal. 

Se analiza la diferencia entre las teorías junguiana y freudiana del inconsciente, mostrando que el desarrollo de la teoría de Jung se vio favorecido por su separación de la escuela vienesa de psicología. Se presenta un argumento en contra de la concepción freudiana del inconsciente como un mero receptáculo de impulsos sexuales incompatibles reprimidos. Según Freud, por medio del análisis se levantarían las represiones haciendo conscientes los contenidos del inconsciente; como resultado, Freud creía que el inconsciente se marchitaría y desaparecería. Pero como esto nunca ocurre, el inconsciente debe contener más material de lo que se pensaba previamente y realizar más que una función represiva. Se sugiere que el inconsciente contiene todos los materiales psíquicos que han caído por debajo del umbral de la conciencia, las percepciones sensoriales subliminales y el material que aún no ha alcanzado la conciencia. Estos últimos son las semillas de futuros contenidos conscientes. Se sostiene que el inconsciente nunca está inactivo sino que siempre produce fantasías inconscientes que se encuentran en una relación compensatoria con los pensamientos conscientes. El inconsciente personal se define como esa capa del inconsciente que contiene el material inconsciente y los procesos que fueron adquiridos en el curso de la vida del individuo. Se presenta el caso de un joven que desarrolla una psicosis como resultado de vislumbrar una parte del inconsciente colectivo para ilustrar la diferencia fundamental entre el inconsciente personal y el colectivo. Se observa que todo aquel que desee autorrealizarse debe hacer consciente y asimilar los contenidos de su inconsciente personal. 1 referencia.

2. Consecuencias de la asimilación de lo inconsciente. 

Se discuten diferentes reacciones al proceso de asimilación, junto con el papel de la psique colectiva en las sociedades primitivas y modernas. El proceso de asimilación da lugar a algunos fenómenos notables: algunos pacientes muestran un aumento de la confianza en sí mismos, mientras que otros se deprimen notablemente. El análisis de estas dos reacciones revela que no son más que máscaras de un sentimiento de impotencia y de voluntad de poder, respectivamente. El sentimiento de «semejanza a Dios» que se observa en algunos pacientes se analiza más a fondo para descubrir su origen. El sentimiento deriva de una cierta función psíquica de carácter colectivo que está por encima del individuo. La psique colectiva es la base original de la psique individual. El hombre moderno, a diferencia del primitivo, ha sabido diferenciar su psique individual de la colectiva. Si acaso, durante el análisis partes del inconsciente colectivo se anexan a la mente consciente, la personalidad inevitablemente comenzará a disolverse en sus pares opuestos. La psique colectiva contiene el bien y el mal en forma indiferenciada. Solo con el desarrollo de la mente moderna individual ocurre una distinción entre los dos y la represión resultante del mal. La represión de la psique colectiva era necesaria para el desarrollo de la personalidad civilizada. El peligro es que durante el análisis el inconsciente colectivo se vuelva dominante. Por esta razón, se advierte a los analistas que recuerden que la meta del análisis es el desarrollo de la personalidad, lo que requiere que siempre se mantenga una clara distinción entre los contenidos del inconsciente personal y colectivo. 1 referencia.

3. La persona como recorte de la psique colectiva. 

Se hace una distinción entre persona y mente consciente, y se explica la diferencia entre la investidura esquizofrénica en el inconsciente y la liberación analítica de la psique colectiva. La experiencia analítica revela que la mente consciente es sólo un segmento arbitrario de la psique colectiva. Existe porque ignora las características universales de la humanidad. Además, ha reprimido más o menos arbitrariamente elementos psíquicos de conocimiento que podrían ser de utilidad. Este segmento arbitrario de la conciencia se denomina persona y, aunque finge individualidad, en realidad no es más que una máscara que lleva la psique colectiva. Durante el análisis se despoja de esta máscara y se ve al individuo como, en el fondo, colectivo. La percepción del analizando de su colectividad da lugar al sentimiento de “semejanza de Dios. Este sentimiento se caracteriza por sueños de vuelo y crecimiento, desorientación con respecto a la propia identidad y liberación de fantasías inconscientes. Este estado bordea y es análogo a la esquizofrenia. En la esquizofrenia el inconsciente usurpa la función de realidad: los pensamientos inconscientes se escuchan como si fueran voces y las fantasías se ven como si fueran objetos reales. Durante el análisis, sin embargo, el paciente es consciente de que está llamando al inconsciente y no reviste sus contenidos de una realidad objetiva. y las fantasías se ven como si fueran objetos reales. Durante el análisis, sin embargo, el paciente es consciente de que está llamando al inconsciente y no reviste sus contenidos de una realidad objetiva. y las fantasías se ven como si fueran objetos reales. Durante el análisis, sin embargo, el paciente es consciente de que está llamando al inconsciente y no reviste sus contenidos de una realidad objetiva.

4. Los intentos de liberar a la individualidad de la psique colectiva. 

Se discuten dos reacciones comunes a la conciencia inicial de identificación con la psique colectiva. El sentimiento que resulta de la conciencia de la condición de “semejanza a Dios” impulsa al paciente a buscar alivio. Dos mecanismos de escape comunes son: la restauración regresiva de la persona y la identificación con la psique colectiva. La primera solución da como resultado el restablecimiento de la persona anterior y, por lo tanto, es regresiva. Aquí se domina el inconsciente mediante un análisis reduccionista de sus contenidos, lo que permite rechazarlos categóricamente como mera sexualidad infantil o voluntad de poder. Esta solución retarda el crecimiento y no hace nada para disminuir la influencia del inconsciente sobre el consciente. La segunda solución implica aceptar la «semejanza de Dios» tan totalmente que se convierte en una parte del yo y, por lo tanto, ya no es una amenaza. Tal identificación es siempre un paso atrás; el paciente pierde su oportunidad de utilizar los tesoros de la psique colectiva al identificarse con ellos. 1 referencia.

5. Perspectivas principales para el tratamiento de la identidad colectiva.

Se proporciona una descripción general de los hechos involucrados en el proceso de individuación. Se muestra que, dado que tanto la psique colectiva como la individual son valiosas, el daño resulta de identificarse con una con exclusión de la otra. Esta tendencia del hombre a buscar una solución única se ve reforzada por su racionalismo, cuya esencia es la negación categórica de todo lo que no se conoce ni comprende. La psique humana, sin embargo, es tanto individual como colectiva. Intentar dividir los dos es inútil e imposible. Lo que el analista debe preguntarse es: ¿Qué es, en este momento y en este paciente, lo que representa los impulsos naturales de la vida? La respuesta sólo puede venir de la observación de esos gérmenes psicológicos de vida que nacen de la colaboración natural del consciente y el inconsciente por un lado, y de lo individual y lo colectivo por el otro. Las fantasías creativas, no los sueños, realizan esta función unificadora. Entendidas hermenéuticamente, las fantasías creativas son los indicadores de una vida armoniosa; cuando se combinan con el deseo del paciente de librarse de las neurosis, pueden efectuar una cura. El apéndice de este capítulo esboza brevemente el proceso de individuación. También define la conciencia, el inconsciente colectivo, la psique colectiva, la individualidad, la persona y el ánima. Se revisa brevemente la relación de estos conceptos entre sí. El apéndice de este capítulo esboza brevemente el proceso de individuación. También define la conciencia, el inconsciente colectivo, la psique colectiva, la individualidad, la persona y el ánima. Se revisa brevemente la relación de estos conceptos entre sí. El apéndice de este capítulo esboza brevemente el proceso de individuación. También define la conciencia, el inconsciente colectivo, la psique colectiva, la individualidad, la persona y el ánima. Se revisa brevemente la relación de estos conceptos entre sí.

Resumen. 

Se proporciona un resumen de dos versiones de un esquema que organiza y define las construcciones clave de la psicología humana. Los seis títulos principales son: la división del material psicológico en contenidos conscientes e inconscientes, la composición de la persona, la composición de la psique colectiva, la individualidad, el inconsciente colectivo e individual y el ánima. Cada tema principal se divide a su vez en sus partes constituyentes. Estos están definidos y relacionados con el desarrollo de todo el esquema. El resultado es una imagen concisa de los procesos lógicos utilizados para ensamblar el material.

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