Sobre profetas y discípulos: el caso Osho

 

En tiempos de crisis social existe la tendencia al surgimiento de profetas carismáticos y nuevos cultos, lo cual es un fenómeno que se presenta en distintos ámbitos, no sólo en el religioso. Se inicia con individuos que encuentran su propio «sistema explicativo» del significado de la vida y que lo comparten con discípulos, lo que comporta serios peligros, como veremos. Realizo a continuación un análisis junguiano del fenómeno presentado entre el líder espiritual Osho y sus discípulos, entre la década de los años 70 y 80, como ejemplo representativo del tipo de riesgos que acarrean procesos grupales en búsqueda de desarrollo personal, cuando líder y discípulos se identifican inconscientemente con los arquetipos colectivos del profeta y del discípulo.

Nacimiento del movimiento Osho

Una breve reseña sobre este movimiento. Osho nació en India en 1931, en 1970 se estableció por un tiempo en Bombay, donde comenzó a iniciar a discípulos y asumió el papel de maestro espiritual. En 1974 se trasladó a Puna, y estableció un ashram que atrajo a un número creciente de occidentales. Allí desarrolló su “Movimiento del Potencial Humano”, el cual fue noticia en la India y en el extranjero, debido a su clima permisivo y a sus charlas provocadoras.

En 2018, Netflix realizó una exitosa serie documental llamada Wild Wild Country, que relata el nacimiento, desarrollo y ocaso del movimiento. Me voy a referir a algunos aspectos relatados en este documental, especialmente a hechos y testimonios ofrecidos por algunos de los principales discípulos de Osho.

Propuesta inicial de Osho

Pienso que para nuestro análisis no es tan importante la propuesta misma de Osho. Sus planteamientos iniciales eran interesantes psicológicamente, pero no me parecen especialmente innovadores. Promovía, por ejemplo, una “meditación dinámica”, la cual recogía etapas que ya habían trabajado otros enfoques, como el de Wilhelm Reich. Incluía la respiración caótica que lleva a la hiperventilación, la explosión emocional, la fase liberadora, y la etapa del silencio. Otra de sus propuestas, que parece innovadora, pero no necesariamente positiva, era concebir un nuevo ser humano cuya espiritualidad no rechazara lo material. Planteaba concretamente no rechazar la generación de riqueza por parte de él y de la comunidad. Eso explica por ejemplo que con los años, Osho llegara a poseer 93 automóviles Rolls Royce. Explica también que sus enseñanzas estuvieran claramente dirigidas a personas intelectuales adineradas (a “la crema de la sociedad” como lo calificaría su secretaria privada), no a gente pobre. El ashram que creó en Puna era un oasis de riqueza en medio de la pobreza de la India.

Pero yendo a nuestro tema central, pienso que en algún momento de su vida, Osho empezó a sentirse identificado con el arquetipo del profeta. En Puna, comenzó a hablar de una misión mesiánica, pues se proponía transformar la consciencia del planeta. Buscaba crear un hombre nuevo que no perteneciera a ningún país ni a ninguna religión, sino que sólo fuera un ser despierto que coexistiera en armonía con el resto del mundo. Consideraba que lo que él planteaba era un experimento que nunca antes en la historia se había propuesto.

Riesgos del desarrollo de la personalidad

Al proceso de desarrollo de la personalidad, Jung lo llama el proceso de individuación, mediante el cual  todos los seres humanos buscamos llegar a hacernos nosotros mismos. Esto implica un doble trabajo. Internamente, debemos conocer e integrar nuestros aspectos sombríos, pero también externamente debemos buscar diferenciarnos psicológicamente de figuras colectivas, llegando a ser distintos de los demás seres humanos, sin aislarnos, sino manteniendo una relación con ellos. Es esta segunda tarea de la individuación en la que deseo centrarme porque existe el gran peligro de identificarnos, sin darnos cuenta, con alguno de los arquetipos del inconsciente colectivo. Para nuestro caso, el riesgo es el de identificarnos con los arquetipos del profeta o del discípulo. Se trata de un peligro inherente a todo proceso de auto exploración, ya se realice a través de un proceso de psicoanálisis, o a través de un movimiento como el de Osho.

Partamos de que en todos estos caminos de desarrollo psíquico, necesitamos contactarnos con el inconsciente y eso tiene sus grandes riesgos. Un sano avance en la individuación lleva a trasladar contenidos del inconsciente personal a la consciencia, haciendo que ciertas personas se sientan un poco más sabias, y que esta actitud despierte en otros individuos el deseo de seguirlos. Este vínculo puede ser negativo, si se produce en personalidades vulnerables, y se potencia aún más si existen en el entorno circunstancias psicosociales desfavorables.

Situaciones que facilitan la aparición de profetas

Dice Jung que los profetas suelen aparecer en tiempos de dificultades, en momentos en que la humanidad está en estado de confusión, como cuando se ha perdido una antigua orientación y es necesario que llegue una nueva. En la obra Así hablaba Zaratustra de Nietzsche, el profeta aparece en el momento en que algo grave ha sucedido: Dios ha muerto. Eso hace necesaria la presencia de Zaratustra, porque la gente necesita una reorientación, y el viejo sabio debe aparecer para dar nacimiento a una nueva verdad.

Según Anthony Stevens, con el colapso del marxismo a fines de la década de los 80, el fervor revolucionario entre los miembros descontentos de la sociedad tendió a canalizarse hacia la formación de cultos religiosos centrados en figuras carismáticas y despiadadamente autoritarias. Ya desde la década anterior se habían visto casos dramáticos, como el suicidio con cianuro en Guyana, de casi mil discípulos del movimiento «El Templo del Pueblo», liderado por Jim Jones, en 1978.

Dinámica entre profeta y discípulos

La teoría junguiana ofrece planteamientos que permiten explicar la manera como los arquetipos del profeta y del discípulo pueden activarse negativamente en los individuos, atrayéndose mutuamente, máxime cuando existen unas condiciones personales adicionales a las situaciones psicosociales descritas.

Cuando el líder que ha encontrado un sistema explicativo sobre el significado de la vida se identifica con la figura del profeta, ello causará de inmediato una inflación psicológica y un estado de arrogancia que Jung denominaba la “personalidad mana”. Ese fenómeno de posesión se opone a la individuación. Es el tipo de posesión que pudo haber experimentado Osho, pues es la reacción externa que se evidenció. Un sentimiento exaltado y desbordado de sí mismo, con dones sobrenaturales, que pudo ser la fuerza dentro de sí que dio nacimiento a su Movimiento de Potencial Humano.

Sin embargo, un movimiento de estos no surge sólo de la necesidad de un individuo como Osho, que desee tener poder. Es necesario que también exista un público que busque a alguien a quien darle ese poder. Se trata de un fenómeno colectivo, porque las sociedades tienen necesidad de figuras mágicas. Jung afirma que alrededor del fenómeno de los profetas se deben reunir tanto la voluntad de poder de un individuo como la voluntad de sumisión de muchos. Psicológicamente se habla de una posesión de este par de figuras colectivas, en este caso profeta y discípulo. Es como si se produjera una disolución de la personalidad en sus pares de opuestos, y la consecuencia será que cada individuo mostrará conscientemente una de las polaridades mientras que su inconsciente buscará el equilibrio a esa unilateralidad con la polaridad contraria, gracias al principio compensador de la psique entre consciente e inconsciente. Esta imagen puede ayudarnos: si el yo fuera la luna con sus dos caras, la luminosa sería la polaridad consciente, mientras que la oculta sería la inconsciente.

En el caso del profeta, su actitud visible será la del hombre sabio, pero compensatoriamente, los contenidos reprimidos por la consciencia pasan al inconsciente, formando allí la polaridad inversa del discípulo. ¿Cómo se manifiesta esto? Bajo el sentimiento grandioso exterior de ese individuo poseído por la figura colectiva del profeta, subyace una inseguridad muy profunda, y su arrogancia es la contraparte consciente y compensatoria de ese desvalimiento. Y es precisamente su inseguridad inconsciente, la que lo empuja a buscar prosélitos a fin de que ellos le garanticen que sus convicciones son confiables.

Lo contrario sucede en los adeptos que rodean a este individuo. La polaridad que se hace consciente en ellos es la del discípulo, pero compensatoriamente, lo reprimido forma en su inconsciente la polaridad inversa del profeta, intentando corregir el desequilibrio. En otras palabras, detrás de la inseguridad consciente de estos discípulos, existe el arquetipo del profeta, que al no ser reconocido internamente, es proyectado externamente en quien parezca ser poseedor de la verdad. Si se piensa bien, la conversión de las personas en discípulos es una situación que tiene muchas ventajas. Dice Jung: “El discípulo se siente indigno y por eso se sienta modestamente a los pies del maestro y eso le evita el trabajo de pensar por sí mismo” y también habla de una pereza intelectual. En la serie se observa que los discípulos de Osho no tienen grandes responsabilidades, porque las obligaciones son descargadas en su maestro. Tampoco necesitan descubrir las grandes verdades de la vida, sino que las reciben cómodamente de él. Es decir, disfrutan pasivamente del gran tesoro de sabiduría que el gurú les transmite, el cual se ve muchas veces obligado a actuar, iluminando el mundo, mientras sus adeptos simplemente se dejan iluminar. Es un papel social fácil de cumplir, pues se cede la responsabilidad de que otro sea el profeta, lo cual, como veremos, es una peligrosa delegación.

Hay algo común en profetas y discípulos y es que ambos parecen tener límites poco claros en arrogancia e inferioridad. Se podría hablar psicológicamente de que uno tiene una inflación psíquica, y los otros una deflación psíquica. Sin embargo, algo en lo que es necesario insistir es que el riesgo de que se presente esta “disolución de la personalidad en la psique colectiva” es grande, no sólo para los fieles, sino también para el profeta. Ambos son víctimas de lo inconsciente colectivo.

Perfiles de personalidad de profeta y discípulos

Por supuesto que no toda persona identificada con el arquetipo del profeta se convierte en líder de un movimiento de las proporciones del de Osho. Es necesario que tenga unas características de personalidad cautivantes.  Osho era una persona carismática, que llenaba estadios, con “aspecto de sabio” como lo definió una de sus seguidoras. Otro adepto suyo afirmaba que quien escuchaba sus enseñanzas quedaba “como drogado”, pues “canalizaba una energía que se te metía dentro”.

Además, afirma Jung, que la figura del profeta requiere también una apariencia que atraiga el prestigio personal y el reconocimiento general, por lo que el individuo comienza con el tiempo a destacarse por lo peculiar de sus ornamentos y modos de vida. Es decir, por las peculiaridades de su máscara colectiva, que lo hacen diferente de los demás. Eso sucedía en Osho con sus numerosos Rolls Royce y sus atuendos con largas túnicas, gorros y poblada barba. Es también constante la posesión de rituales secretos que acentúan la preponderancia de la máscara colectiva del profeta y facilita el prestigio mágico que da poder a su portador. Osho dirigía una charla general a sus discípulos pero nadie lo podía interpelar, sino que las comunicaciones estaban mediadas por su secretaria privada. El resto del tiempo lo pasaba en una zona restringida, a la que sólo tenía acceso un pequeño grupo de escogidos.

De otra parte, ¿qué perfil suelen tener los discípulos de los profetas? En general, suelen estar pasando por situaciones personales de duelo, crisis afectivas, o rupturas sociales, como la muerte de un familiar, divorcios, conflictos de pareja o desempleo, en ocasiones agravadas por fallas en las redes sociales de apoyo de estas personas. También pueden ser situaciones de depresión, o inicio de edades conflictivas, como la adolescencia, con su temor a enfrentar las responsabilidades de adultos, o crisis de la mitad de la vida.

En el documental de Netflix vemos cómo una mujer australiana, ferviente seguidora de Osho, relata la situación crítica en la que se encontraba, resentida, enojada, y con serios problemas de pareja; busca ayuda psicológica, y la encuentra en un psicólogo que pertenecía al movimiento de Osho. Otro discípulo entrevistado, un abogado norteamericano, cuenta que luego de estudiar derecho y llevar exitosos casos como abogado litigante, acababa de divorciarse y se encontraba cansado y destruido, trabajando, comiendo y bebiendo demasiado.

En la mayoría de las ocasiones existe además en los adeptos una disposición a la ingenuidad y a la dependencia afectiva hacia personas con autoridad, lo cual se nota en esos dos casos mencionados, en los que es notoria una gran tendencia a la veneración y adoración hacia su maestro. Cuando la mencionada seguidora conoce a Osho, dice que le daba “la impresión de que no tocaba el suelo al caminar”.

Movimiento Osho en Estados Unidos

El sueño de Osho era crear una “tierra prometida” que fuera ejemplo en el mundo. No fue posible hacerlo en la India porque ya para finales de los años 70 tenía grandes tensiones con el gobierno de Indira Gandhi, pero descubrió que en Estados Unidos la constitución de este país permitía instalar su ashram. El movimiento compró unos extensos terrenos en Oregón donde construyeron toda una compleja ciudad con huertos, salas de meditación, centro comercial, restaurantes, tiendas de ropa, banco, estación de bomberos, periódico y hasta un aeropuerto. Todo lo necesario para albergar inicialmente a unas 2.000 personas. La nueva ciudad fue construida al lado de un pueblo perdido llamado Antelope, habitado por máximo 50 habitantes, en su mayoría personas mayores. La llegada de la enorme comunidad fue para estos pobladores una invasión que cambió para siempre su tranquilidad. Sorprendidos, comenzaron a ver que los discípulos no se quedaban solamente dentro de la ciudadela, sino que muchos de ellos comenzaron a comprar casas y negocios en el pueblo.

Pronto se produjeron actos de violencia de parte y parte. Unos desconocidos del pueblo pusieron bombas en el hotel que el grupo Osho había construido en Antelope. La respuesta del movimiento fue comprar armamento y comenzar el entrenamiento en armas pesadas. Posteriormente, los miembros Osho votaron para cargos públicos del pueblo y se adueñaron de los principales cargos, incluyendo la alcaldía. Eso les dio el derecho a cambiar el nombre del pueblo por un nombre oriental, y a tener su propia comisaría de policía, con agentes que portaban armas. El conflicto entre el pueblo y la comunidad se siguió agudizando, y algún tiempo después fueron otros desconocidos, esta vez del movimiento Osho, quienes intentaron envenenar a los habitantes del pueblo con bacterias de salmonela depositadas secretamente en las barras de comida de varios restaurantes.

A comienzo de los años 80 las cosas comenzaron a ir mal para el movimiento. El gobierno de Estados Unidos comenzó a investigar cosas extrañas que allá estaban sucediendo. Desde un tiempo atrás, Osho había entrado en un silencio voluntario y dejado que su secretaria privada Sheela, una muchacha de 17 años, fuera su vocera, lo cual le daba a ella un poder enorme. Luego se descubrirá que todos los delitos que investigaban las autoridades habían sido coordinados por ella. El más grave sucedió cuando Sheela fue informada de que el gobierno norteamericano había nombrado a un fiscal para que investigara al movimiento. Ella reunió a su grupo más cercano para informarles que era necesario eliminar a ese fiscal, y fue la discípula australiana ya mencionada quien se ofreció como voluntaria para hacerlo. Afortunadamente, no tuvieron suerte en el atentado.

Ética individual frente a la ética colectiva

Este grave hecho tiene que ver con otro fenómeno psicológico estudiado por Jung, y es el conflicto entre la ética de los individuos frente a la ética de los grupos. Jung era enemigo de la pertenencia a grupos grandes, porque tenía el convencimiento de que éstos producían una disminución de la responsabilidad ética personal, ya que el sujeto tendía a ver que sus obligaciones y deberes eran absorbidos por la ética colectiva grupal. Decía: “Cuanto más fuertes son las normas colectivas que gobiernan la vida de las personas, tanto mayor es su inmoralidad a nivel individual”.

Lo anterior se comprueba en el caso de la discípula australiana, quien posteriormente declarará que realmente no se explicaba por qué se había ofrecido a cometer el atentado. Es como si pertenecer a la comunidad la llevara a actuar inconscientemente de forma diferente a como habría actuado estando fuera del grupo. Escribe Jung: “…lo individual cae en el inconsciente, donde, por ley psicológica, se convierte en lo destructivo o anárquico. Es un hecho notorio que la moral de una sociedad en conjunto es inversamente proporcional a su magnitud, puesto que cuantos más individuos se juntan, tanto más se extinguen los factores individuales, y con ellos la moralidad”.

Ocaso del movimiento

En 1985, la comuna colapsó cuando Osho denunció a sus colaboradores.​ Sheela huyó de Estados Unidos a Alemania, con un grupo de 20 discípulos cercanos. Osho abandonó su silencio y habló a los medios, condenando públicamente a Sheela por la planeación de varios delitos (entre otros, el atentado a su médico personal y al fiscal), el envenenamiento a los ciudadanos del pueblo, robo de dinero, micrófonos y chuzadas telefónicas en la misma comunidad. Sheela a su vez respondió amenazando veladamente con revelar todos los secretos que ella conocía sobre el movimiento.

Las declaraciones de Osho legitimaron el ingreso del FBI a investigar los delitos. Para los devotos era difícil creer que todo se hubiera hecho a espaldas de su maestro. Cuando el líder vio que la investigación se dirigía contra él, trató de huir del país, pero fue capturado durante el trayecto. El gobierno capturó a Sheela y a Osho simultáneamente. Este fue acusado de violaciones a las leyes de inmigración y deportado de Estados Unidos. ​Veintiún países negaron su entrada por lo que estuvo viajando por el mundo antes de regresar a la India, en donde murió en 1990. Sheela fue condenada a 4 años de prisión, y la discípula australiana, a 10 años. A pesar de todo lo sucedido, las enseñanzas de Osho han tenido un notable impacto en el pensamiento de la Nueva Era​, y la popularidad de ellas ha aumentado considerablemente desde su muerte.

Conclusión

Este análisis no es una crítica a las enseñanzas de Osho ni a las de muchos otros líderes espirituales. Es muy comprensible que quien ha adquirido un conocimiento sobre el sentido de la vida, y le ha servido, sienta el deseo de compartirlo por considerar que puede ser útil a los demás. Algunas de sus enseñanzas pueden ser interesantes, otras poco originales y otras pueden causar absoluto rechazo, pero eso suele suceder con las prédicas de todos los líderes.

El análisis tampoco propone dejar la búsqueda de la verdad interior, la cual puede llevar a una “sabiduría” adquirida durante ese proceso de autoconocimiento. Tampoco se considera un problema el hecho de que se active el arquetipo del profeta, pues la individuación puede avanzar al relacionarnos con esa figura interior que puede tener cosas importantes que comunicar. Lo importante es tener en cuenta que se trata de una fuerza diferente al yo. Jung mismo experimentó esta presencia mediante la técnica de la imaginación activa, en sus diálogos con el profeta Isaías, tal como lo relata en el Libro Rojo.

El llamado es a evitar dejarse poseer por las figuras colectivas del profeta y del discípulo, lo que puede terminar en desmanes como los que ocurrieron en el Movimiento de Potencial Humano liderado por Osho. Cuando surge este movimiento, se estaba iniciando en Estados Unidos la guerra de Vietnam, y la gente estaba dejando de creer en lo que decía el gobierno, y ponía en duda la validez de sus religiones y creencias. Esto generó una rebelión de jóvenes que buscaban respuestas en su interior.

En las décadas posteriores al fallecimiento de Osho, han surgido numerosas agrupaciones llamadas “nuevos movimientos religiosos alternativos”, caracterizados por constituir alternativas a la sociedad establecida y promotores de proselitismos fuertes, que afirman la falsedad de la religión existente y pretenden un cambio radical. Las más peligrosas de estas agrupaciones son las catalogadas como “sectas destructivas”, que ocasionan daños económicos a sus adeptos y en muchos casos añaden la violencia física que terminan en tragedias. Por mencionar solo algunas de ellas, en 1993 murieron 87 miembros (entre ellos 18 niños) del movimiento «Waco» liderado por David Koresh; entre 1994-1997 se dio el suicidio colectivo en Francia, Suiza y Canadá, de 74 personas pertenecientes al movimiento «Templo del Sol» fundada por Joseph Di Mambro y Luc Jouret; en 1995 fue el atentado de «La Verdad Suprema» en Japón, seguidores de Shoko Asahara, que mató a 12 personas con gas sarín; en 1997 sucedió el suicidio colectivo de 39 personas, miembros de la secta «La puerta del cielo», liderada por Marxhall Applewhite en San Diego, California. En todos estos casos podemos encontrar individuos identificados con el arquetipo del profeta, invadidos por sentimientos de superioridad con tintes de semejanza divina, acompañados de discípulos ciegamente seguidores de ellos y que aceptan maltratos de toda naturaleza.

Acá retomo uno de los mandamientos que el mismo Osho recomendaba, pero que desafortunadamente no facilitaba. Es que “la verdad está dentro de ti. No la busques en otra parte”.

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